Palacio Salvo Montevideo Uruguay
El Palacio Salvo fue edificado al impulso de los hermanos empresarios Ángel, José y Lorenzo Salvo; diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti e inaugurado el 12 de octubre de 1928. Con sus 95 metros y 27 pisos, fue la segunda torre más alta de Sudamérica de 1928 hasta 1935 cuando fue desplazado del segundo puesto al tercer puesto sudamericano por el Kavanagh de Buenos Aires. Actualmente continúa siendo uno de los edificios más altos de la ciudad.
Este edificio tiene su hermano gemelo en estilo ecléctico, construido por el mismo arquitecto en Buenos Aires, el Palacio Barolo.
Se ubica en la esquina de la Avenida 18 de Julio y Plaza Independencia. Está emplazado en donde una vez se levantó la Confitería La Giralda, lugar donde Gerardo Matos Rodríguez presentó el tango uruguayo más famoso y difundido del mundo, La Cumparsita.
Fue construido para funcionar como hotel, cosa que tan solo ocurrió durante algunos años y tan solo en algunos pisos. Posteriormente se transformó en edificio residencial. Ahora alberga mayormente pequeñas viviendas (pues sus habitaciones fueron pensadas para un hotel) y oficinas.
De estilo Art Deco ecléctico y silueta característica, se ha convertido en un edificio emblemático de la ciudad y recordatorio de los años de prosperidad de las primeras décadas del siglo XX. Es uno de los principales polos de atracción turística de Montevideo.
Publicado el 08/03/2013
El Palacio Salvo es el edificio más emblemático de la ciudad de Montevideo, pero cuentan que en su interior se esconden algunos secretos y misterios. También dicen que por sus viejos y oscuros pasillos deambulan algunos fantasmas... sobre todo en el séptimo piso...
1934 Zepelin sobre Mdeo Palacio Salvo |
El cortes fantasma del Salvo
publicado en El País Montevideo Uruguay
Todos los vecinos que aseguran haber visto a Don Pedro, el espectro del Palacio Salvo, coinciden en la descripción de su apariencia: es alto, elegante y siempre lleva un paraguas. También concuerdan en que es un fantasma bueno, y no le tienen miedo. Un hombre sostiene que lo salvó de las garras de un ladrón y una niña dice que la ayudó cuando caía de las escaleras.
Vecinos testimonian que lo vieron en las escaleras y en el piso siete. Las puertas suelen abrirse solas. Inquilinos sostienen que el edificio trae suerte.
Los hermanos Salvo el día que colocaron la piedra fundamental del palacio, alguno de ellos podría ser Palanti. |
CARLOS TAPIA
Escépticos, desconfiados y suspicaces, sepan que las siguientes líneas no serán de su agrado. Evítense futuras indignaciones y, por favor, muden sus ojos de esta página a partir del siguiente punto. Ahora sí, solo quedan los soñadores, los que tienen la esperanza de que haya algo luego de la muerte, quienes al menos se permiten el beneficio de la duda y no hacen gestos dubitativos cuando alguien, sin titubeos, habla de fantasmas.
Una de las más populares historias sobre el espectro del Palacio Salvo data de 1999. Ismael Rodríguez llegó al edificio a las once de la noche y subió en ascensor a su apartamento del piso siete. El largo pasillo estaba, como siempre, inmerso en la más tenebrosa de las oscuridades. Apenas introdujo la llave en la cerradura algo lo paralizó, sintió el filo de una navaja rozándole la garganta y el susurro del hombre que lo instó a abrir rápido la puerta. El delincuente no improvisaba, sabía lo que quería. "Sé que cada martes viene un hombre con un portafolio lleno de plata", le dijo.
Era cierto. Ismael esperaba semana tras semana a un socio suyo que llegaba, desde el departamento de Canelones, para dejarle una importante suma de dinero. Intentó explicarle, sin faltar a la verdad, que ese día la persona no iría. El ladrón no le creyó y se sentó a esperar que llegara su botín. El silencio y la tensión hacían de cada segundo una eternidad. Pasaron 45 minutos hasta que, por sorpresa, la puerta se abrió. Ambos adjudicaron el hecho a una corriente de aire, pero luego vieron en el pasillo a un hombre alto, elegante, vestido de negro que, pese al buen tiempo, sostenía un largo paraguas, y caminaba de un lado hacia el otro. "¿Quién es él?", preguntó preocupado el delincuente. Ismael le dijo lo único que sabía, lo que comentaban todos sus vecinos: "Dicen que es un fantasma". El copador entendió de inmediato que una navaja era poca arma como para enfrentarse a las fuerzas del más allá y huyó despavorido.
Todos los relatos coinciden en una cosa: el fantasma del Palacio Salvo es bueno. Algunas historias, como la de Ismael, vienen de boca de sus protagonistas que, aunque con reticencia, se atreven a contarlas; otras se convirtieron en leyendas urbanas a las que el tiempo borró los nombres de sus personajes principales. La apariencia del espectro es la misma en todos los testimonios; aunque algunos le atribuyen un sombrero tipo bombín, como el de Chaplin, y otros no. También concuerdan en cómo se llama: Don Pedro.
¿mitos? Los porteros del Salvo sostienen que en varias oportunidades el ascensor va hasta el piso siete y baja vacío. "Es algo que pasa desde hace años y no entendemos porqué. Incluso sucedía antes que pusieran los ascensores nuevos", cuenta Héctor Guerrero, que trabaja en el turno matutino. Pablo Barboza, que hace el horario de la noche, asegura que una vez vio como las puertas del hall se abrían y cerraban solas. Ambos garantizan que no sienten miedo.
Cinco años atrás una inquilina vio a un elegante caballero mientras subía por una de las escaleras del Salvo. Al no reconocerlo se preocupó y luego de pasar a su lado giró la cabeza para observarlo: éste había desaparecido. "No pudo bajar tan rápido", asegura. Otra vez, allí mismo, una niña se tropezó y rodó por algunos escalones hasta caer, alguien la ayudó a levantarse y logró calmarla del susto; cuando la pequeña dijo cómo era quién la había socorrido la descripción coincidía con la del llamado Don Pedro.
Y hay más. Hace pocos meses un hombre que no quiso ser identificado hizo una investigación sobre la historia del Palacio y sacó cientos de fotos del edificio. En una de ellas aparece la silueta difuminada de una persona, con la apariencia de un dandy de los años treinta, parada en uno de los rincones del hall. Los avances de la tecnología pueden hacer dudar si la imagen es real, pero de todos modos lo que sucede con ella es curioso. El administrador del edificio, Jorge Gil, asegura que la fotografía se borró tres veces de su computadora "sin que apretase nada". Ismael, en tanto, aclara que quien aparece en la foto no es el fantasma que él conoce.
El psicólogo social Néstor Ganduglia, autor de los libros: Historias del Montevideo mágico e Historias mágicas del Uruguay interior, cuenta algunas de estas anécdotas sobre el fantasma del Palacio Salvo con la certeza que son veraces. "Existen muchas coincidencias, sobre todo en la descripción de Don Pedro. De todos modos no da para preocuparse, él sigue los lineamientos de los fantasmas montevideanos, que no son como los de las películas de Hollywood, en las que están siempre furiosos y vienen del otro lado solo para hacer desastres. Las apariciones uruguayas son como la gente de acá, tipos tiernos", relata.
¿Quién es el espectro? "Muchos de los que cuentan historias misteriosas sobre el Palacio relacionan al espectro con Don José Salvo, que puso buena parte de los esfuerzos de su vida en levantar el edificio", señala Ganduglia.
Los tres hermanos Salvo -Ángel, José y Lorenzo- compraron el terreno en el emblemático rincón de la Plaza Independencia en 1921, lo obtuvieron al carísimo precio de 650.000 pesos. Demolieron el viejo edificio del café La Giralda -conocido, entre otras cosas, porque allí se estrenó el tango La Cumparsita en 1917- y encargaron la obra al arquitecto Mario Palanti y al decorador Enrique Albertazzi.
Si bien todos los uruguayos no pueden coincidir en que existan fantasmas en el Salvo, sí se podrían poner de acuerdo en que la estructura representa "la fealdad entrañable de la ciudad", dice entre risas Ganduglia. Una opinión parecida tuvo el arquitecto francés Charles Édouard Jeanneret-Gris, conocido como Le Corbusier, cuando al visitar Montevideo en 1929 sugirió demoler el edificio con un cañón.
Dos años demoraron en levantar los 27 pisos, realizar los dos sótanos y construir los 370 apartamentos. En ese entonces, con sus 95 metros de altura, fue el edificio más alto de América Latina. Algunos historiadores, a la hora de explicar los símbolos que se desprenden de cada recoveco de la estructura, manifiestan que los Salvo eran masones.
Ángel no llegó a ver la obra terminada, falleció antes. En tanto, José Salvo murió cinco años después de su inauguración en 1928, asesinado por un sicario contratado por su yerno Ricardo Bonapelch, íntimo amigo de Carlos Gardel. El chofer Artigas Guichón fue el encargado de atropellarlo en Agraciada y Lucas Obes el 29 de abril de 1933, cuando iba rumbo al cine Paso Molino. Los vecinos creen que él es el fantasma.
Agradezca antes de irse. Ismael no vive más en el edificio, sin embargo es propietario de varios de los apartamentos que hay en él. "Los uso para alquilar y siempre los tengo todos ocupados. Los que se van vuelven, pues es aquí que vivieron los mejores momentos de sus vidas. El Salvo trae suerte", asegura.
Los vecinos no se cansan de contar historias sobre pésimos estudiantes que mejoran sus calificaciones, empresarios menores que logran cosechar grandes negocios y mujeres que conocen a flamantes "príncipes azules". Todo eso entre las paredes del envejecido monumento nacional. Pero esa ventura puede convertirse en un arma de doble filo. Una vieja leyenda dice que quienes se van del edificio deben agradecer y saludar ante sus puertas, y los que no lo hacen pueden sufrir terribles consecuencias.
Ganduglia sabe infinitas historias sobre este supuesto castigo para los inquilinos ingratos. En una de ellas habla de un señor que montó una empresa de importaciones y exportaciones. Se trataba de un emprendimiento humilde pero que, superando todas las expectativas, prosperó con rapidez. Al poco tiempo este hombre ya era un importante empresario y estaba en condiciones de tomar más empleados y ampliar sus instalaciones. Cuando se mudó olvidó saludar ante las puertas del Palacio. Se fundió en pocas semanas.
Otra aparición. Aunque impresionaba su gigantesca estatura y su blanca palidez, lo que más impactó a Ismael de esta mujer fantasma fueron sus enormes y redondos ojos violetas. "La vi con Don Pedro algunas veces, también en el piso siete. Pero casi siempre el hombre del paraguas estaba solo", asegura.
Él vivió más de 20 años en el edificio y sostiene que incluso mantuvo diálogos con esta aparición femenina. "Mi hermana tenía un tumor en el cerebro y sufría unos fuertes dolores de cabeza. Un día, mientras la estaba cuidando, vi una sombra en otra habitación, me acerqué y era esta persona de los ojos violetas. Me dijo que para calmarle el dolor yo le tenía que tomar las sienes con las manos. Lo empecé a hacer y cuando la agarraba, aunque parezca increíble, ella dejaba de sufrir. Me dijo también que le quedaba un año de vida, cuando los médicos le habían dado pocas semanas", recuerda Ismael. Su hermana murió 12 meses después.
Antiguas profecías
Las palabras fluyen de su boca mientras observa un punto fijo en la nada. El psicólogo social Néstor Ganduglia cuenta cada historia como si la estuviera viendo: "Existe una antiquísima profecía que vaticina una gran catástrofe, según ésta el Norte sucumbirá bajo el fuego y el Sur bajo las aguas. Francisco Piria, amigo de los Salvo, creyó reconocer uno de los lugares que las profecías dicen que se van a salvar. Marcó este sitio con un triángulo, cuyos tres vértices son: un obelisco en Rivera, el Castillo Piria y la fuente que está en la Plaza Matriz".
Por otro lado, los Salvo indicaron el lugar hasta dónde llegaría el agua. Está en el propio casco del Palacio. "Por el momento son leyendas, pero al ver lo que pasa con el clima toman cada vez más sentido", agrega Ganduglia.
Don Pedro en el Solís
Ismael Rodríguez es el testigo que más veces dijo ver al fantasma del Palacio Salvo. "Incluso me lo encontré algunas veces afuera del edificio", asegura.
"Un día veníamos de Neptunia con un grupo de amigos en un auto y en confianza decidí contarles a ellos sobre el fantasma. Cuando se los dije se empezaron a reír, pero todos se callaron cuando miramos para la parte de atrás y nos dimos cuentas que venía con nosotros. `Ese es`, les dije. Se quedaron todos duros. Cuando alguien me dice que no existe, el tipo aparece", cuenta.
Aunque ya hace varios años que no vive en el Palacio, Ismael dice que se encontró con el fantasma también en el Teatro Solís y que a veces lo ve por 18 de Julio. "Recuerdo una vez que una sobrina me estaba tratando de loco y el hombre del paraguas apareció", señala.
Dibujos de urbansketchers
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